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Su nombre es una especie de prueba de fuego psicológica; provoca inevitablemente reacciones violentas de admiración feroz o de denuncia indignada. Pero la neutralidad parece imposible.
Como pensadora y como artista, Ayn Rand fue a contracorriente. Como filósofa, fue una inflexible defensora de la razón, el individualismo y el capitalismo puro. Como novelista, fue una apasionada romántica. En ambas facetas, fue sorprendente, original, sin precedentes.
El objetivo de sus escritos, decía, no era captar un "trozo de vida", sino proyectar su visión moral del hombre "tal como podría y debería ser".
Y así, los protagonistas de sus bestsellers(Nosotros los vivos, Anthem, El manantial y Atlas encogido de hombros ) son individualistas heroicos y prometeicos, titanes aguerridos en un mundo de liliputienses envidiosos.
Y rechazando la idea de que una novela "seria" tuviera que ser aburrida, dramatizó sus temas filosóficos en intrincadas tramas cargadas de color, romance, aventura y grandeza.
Uno puede amar u odiar sus historias, pero no puede olvidarlas fácilmente.
Atlas Shrugged su última y más ambiciosa epopeya, apareció en 1957. Ahora Leonard Peikoff, heredero de la autora, ha recopilado una notable selección de su ficción inédita de las décadas de 1920 y 1930.
La colección incluye relatos cortos, obras de teatro, la sinopsis de una película y fragmentos de sus novelas recortados antes de su publicación. Es un registro de un crecimiento literario rápido y asombroso, y su lectura resulta fascinante.
Incluso su primer esfuerzo amateur, "El marido que compré" (escrito antes de que la autora de origen ruso dominara el inglés), evoca un idealismo inquietante. Y quienes piensen que Ayn Rand es una personalidad severa y sin sentido del humor se deleitarán con la alegría cómica de "Buena copia", la evidente influencia de O. Henry en "Escolta" y la sátira ligera de "Su segunda carrera".
Su primera obra profesional, la poderosa sinopsis cinematográfica Red Pawn, anticipa las ideas y el espíritu olímpico de las novelas posteriores. Ideal (una amarga protesta contra la hipocresía moral) y Piensa dos veces (un ingenioso whodunit filosófico) muestran a la autora en un dominio maduro de sus temas, estilo y medio teatral. E incluso los pasajes extirpados de sus novelas contienen muchas vetas de puro oro literario.
También destaca un extenso fragmento extraído de El manantial sobre la primera relación amorosa del protagonista, Howard Roark, con una actriz que recuerda a la joven Katherine Hepburn. Es una muestra del talento -y la disciplina- del autor que un trabajo de tanto mérito se considerara superfluo.
La introducción y las notas del Dr. Peikoff ofrecen una visión de la vida personal y la génesis intelectual de Ayn Rand. También explica con lucidez su singular método de ficción.
Disfrutarán más de esta colección quienes hayan leído antes sus famosas novelas. Pero también es un entretenimiento encantador.
Para fans y enemigos por igual, he aquí una fascinante mirada a las raíces literarias del individualista más intransigente de Estados Unidos.
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