El artículo de Brown sobre la sexualidad de Branden es la parte más memorable de la sección inicial por ser tan excitante y provocador. Incluso su título, "El complejo de Edipo de Nathaniel Branden", invita a la controversia.
Brown se ocupa de las memorias de Branden, Judgment Day: Mis años con Ayn Rand. "Estoy", afirma, "principalmente interesada en la verdad narrativa que el propio Branden ha construido y cómo se presta a una interpretación edípica". Aunque Branden era psicólogo, o quizá porque lo era, la invocación de Freud por parte de Brown parece tan apropiada como sorprendente. Freud, como Branden y Rand, se formó en filosofía. Pero las teorías edípicas de Freud siguen siendo polémicas y controvertidas, por no hablar de la oposición tanto de Branden como de Rand. Al menos desde la publicación de Richard Webster de Why Freud Was Wrong en 1995, y probablemente mucho antes, el consenso entre los psicólogos ha sido que las teorías de Freud, muchas de ellas, han sido desacreditadas. Sin embargo, Brown les da plena e inequívoca expresión en su tratamiento de Branden.
Habiendo dejado atrás la etapa fálica, traspasado por una ansiedad de castración inconsciente, excitado por su madre cariñosa y amenazado por su leal cercanía a su padre, el niño varón sexualizado en desarrollo, en el paradigma de Freud, reprime sus sentimientos hacia su madre o los transfiere a otra hembra, una que sea más apropiada para su persecución. Cuando llega a la pubertad, sus sentimientos excitados hacia su madre se reaniman; si no se resuelven, pueden causar una neurosis adulta, el recuerdo desvanecido de la joven madre ideal e inalcanzable que sirve como fijación ineludible que empaña las percepciones de la realidad. Las sugerencias temáticas de este esquema freudiano caracterizan la curiosa aproximación de Brown a Branden.
Que Branden describa a su madre con afecto en sus memorias no debería sorprender a nadie. En ausencia de cualquier prueba de abuso o negligencia, la mayoría de los hombres adultos probablemente han expresado amor y devoción por sus madres. Si estos sentimientos equivalen a una atracción sexual edípica en el sentido freudiano está abierto a debate. Branden era psicólogo, por lo que escribía con un vocabulario propio de su disciplina. "Una consecuencia de mi represión", decía, "era que a veces no veía que las chicas que me gustaban correspondían a mis sentimientos". Brown retoma la palabra "represión" y plantea la hipótesis de que los "sentimientos no resueltos de Branden hacia su madre" implicaban "sus sentimientos hacia su padre". O bien Brown está en lo cierto, o bien sobreinterpreta y exagera lo que no era más que la narración de un incidente adolescente ordinario sin significado simbólico. El valor del análisis de Brown a este respecto es tan valioso como creíbles sean las teorías de Freud.
Branden se mudó de casa de sus padres cuando terminó el instituto, como es habitual en los jóvenes de esa edad. Brown ve en esta transición natural el funcionamiento carnal de una fuerza edípica que explica, en parte, su incipiente relación con Barbara Weidman, que se convirtió en su primera esposa. Brown afirma que, a través de Barbara, Branden "se insinuó en una familia sustituta y, a partir de ella, trató de construir una familia ideal en la que por fin pudiera resolver su complejo edípico". Sucedió que Branden leyó El manantial durante esta época de supuesta fantasía y estimulación psicosexual, y Brown atribuye su interés por la novela, no a su propio albedrío, voluntad, inteligencia o curiosidad, sino a fijaciones sexuales instintivas que en su mayor parte estaban fuera de su control y sujetas a sucesos aleatorios y relaciones casuales, como la que mantuvo con Rand y su marido, Frank O'Connor.
Las teorías de Brown sobre la "etapa genital" de Branden (un término freudiano que evita) plantean preguntas convincentes: ¿eran Rand y O'Connor -que tenían más o menos la edad de los padres de Branden- sustitutos de la familia natal de Branden sobre los que éste podía proyectar sus energías sexuales? ¿La relación de Branden con Barbara recreaba los juegos de poder entre su padre y su madre? ¿Intentó Branden alejar a O'Connor como niño varón en las luchas de la etapa fálica a través de su rivalidad con su padre? ¿La dedicatoria de Rand de Atlas Shrugged tanto a Branden como a O'Connor fue una señal de que Branden había alcanzado la igualdad sexual con Rand al tiempo que suplantaba a O'Connor como interés romántico de Rand?
Brown sugiere que, a través de su aventura con Rand, "Branden se había acostado efectivamente con su 'madre' y había vencido a su 'padre'". Estas y otras estimulantes conclusiones demuestran que Brown ofrece una perspectiva única e intrigante, aunque sus hipótesis psicológicas no puedan probarse en última instancia. Los admiradores de Rand pueden discrepar con el retrato que hace Brown de Rand como cada vez más necesitada y dependiente del afecto de Branden a medida que éste se iba distanciando de ella. Puede que no les guste el esfuerzo por superponer paradigmas freudianos a complicadas experiencias humanas de antaño. Pero no pueden negar el magnetismo del análisis de Brown.
Este artículo es la segunda entrega de la reseña de Allen Mendenhall sobre el último número del Journal of Ayn Rand Studies. Lea su primera entrega aquí.
Allen Mendenhall
Allen Mendenhall es decano asociado de la Facultad de Derecho Thomas Goode Jones y director ejecutivo del Blackstone & Burke Center for Law & Liberty. Visite su sitio web en AllenMendenhall.com. Esta reseña se ha beneficiado de las sugerencias y revisiones de Slade Mendenhall, quien, aunque ha proporcionado un asesoramiento indispensable, no se hace responsable de las opiniones aquí expresadas.