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¿Por qué hay que actuar por principios?

¿Por qué hay que actuar por principios?

5 minutos
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18 de junio de 2010

Se suele pensar que una persona de "principios" es aquella que se aferra a sus ideales morales y rehúye la "conveniencia" y el compromiso. El Objetivismo, por el contrario, sostiene que los principios, cuando se entienden correctamente, son extremadamente convenientes porque una persona que piensa en principios es consciente de los medios más prácticos para alcanzar sus fines en el contexto completo de su vida. Sin embargo, el Objetivismo reconoce la conexión esencial entre los principios de una persona y su integridad moral.

Esta conexión es posible porque la dicotomía tradicional entre el ámbito de la moral y las exigencias de la propia vida y la felicidad es falsa. La felicidad en la vida es el objetivo moral más elevado que podemos alcanzar. Lo moral es lo práctico, y los principios morales son esenciales para alcanzar nuestra felicidad en términos prácticos.CONCEPTOS Y PRINCIPIOS

Según el Objetivismo, un principio es una proposición que integra el conocimiento de un tema importante. Por ejemplo, todo niño aprende el sencillo principio "el fuego quema". Una vez que conoce el principio, sabe que es mejor no meter la mano en una llama: el principio le permite comprender cuáles serán los efectos sin considerar el fuego que tiene delante con ningún detalle. Así, cuando se encuentra con la desconocida llama azul de un soplete de acetileno, la advertencia de su madre: "¡Eso es fuego!" le transmite instantáneamente el conocimiento práctico de que el soplete es peligroso.

Cuando pensamos en principios, hacemos de la necesidad virtud. Por ejemplo, aunque todos sabemos lo que es teclear, nadie puede recordar a Joe tecleando en su vieja Remington, a Jane pulsando en su PC, a Tom trabajando en su Mac, y así ad infinitum. El poder de la razón humana deriva de nuestra capacidad para integrar nuestra conciencia de muchas unidades distintas en una única unidad nueva (por ejemplo, "teclear") que podemos retener en la mente. Este proceso se conoce como abstracción. Como dijo Ayn Rand "No tienes elección sobre la necesidad de integrar tus observaciones, tus experiencias, tus conocimientos en ideas abstractas, es decir, en principios. Tu única elección es si estos principios son verdaderos o falsos, si representan tus convicciones conscientes o un conjunto de nociones tomadas al azar, cuyas fuentes, validez, contexto y consecuencias desconoces. . . ." ("Filosofía, ¿quién la necesita?", p. 6)

Los principios ponen en práctica el poder de la abstracción. Los principios integran hechos fundamentales sobre temas amplios y casos diversos. Un ingeniero arquitectónico, por ejemplo, nunca podría abordar cada nuevo proyecto desde cero, redescubriendo las propiedades del metal, los ingredientes del hormigón, la física de la tensión y el peso. En su lugar, aplica al caso en cuestión los principios de ingeniería y física que ha aprendido estudiando otros casos. De este modo es capaz de aprovechar una gran cantidad de información de forma compacta.

PRINCIPIOS Y ACCIONES

Desde el punto de vista objetivista, los principios son esenciales para la integridad moral y el carácter, no porque encarnen dictados morales o algún "imperativo categórico", sino porque los principios morales, como todos los principios adecuados, resumen el conocimiento objetivo. Cada uno de nosotros es, por así decirlo, el arquitecto de su propia vida y felicidad. Por tanto, cada uno de nosotros necesita principios que le proporcionen una orientación fundamental para vivir. Como escribió Ayn Rand, "[la moral] es un código de valores para guiar las elecciones y acciones del hombre -las elecciones y acciones que determinan el propósito y el curso de su vida". Por lo tanto, los principios de un código moral pueden proporcionarnos la guía que necesitamos, si ese código se basa en la norma de la vida y la felicidad, como es la ética Objetivista. Una persona íntegra moralmente actúa basándose en su comprensión, por medio de principios, de las causas del bienestar y la felicidad a largo plazo, y de ese modo ve más allá de los incentivos del momento actual para abarcar todo el contexto que está en juego.

En la medida en que los principios, incluidos los principios morales, identifican hechos, son absolutamente verdaderos en su contexto adecuado. Su carácter absoluto hace que los principios se equiparen comúnmente a reglas, leyes y suposiciones inamovibles. Algunos principios verdaderos que se aplican a temas científicos se denominan leyes, como por ejemplo la ley de la gravedad. En el ámbito moral, sin embargo, los principios suelen confundirse con mandamientos. Hay una diferencia crucial entre el conocimiento absoluto y contextual que captamos a través de un principio y el mandamiento expresado en una regla. Las normas se aplican categóricamente; no son sensibles al contexto y no permiten comprender las causas o razones fundamentales. "No beber y conducir" es una regla. Por el contrario, "cuanto más alcohol se ingiere, más se deteriora el juicio y las reacciones" es un principio. Cuando actuamos según un principio, lo hacemos porque comprendemos los hechos de la situación, no porque ignoremos los hechos y nos atengamos a una regla.

PRINCIPIOS Y CONTEXTO

Podemos ver claramente esta distinción si consideramos la virtud de la honradez. La regla moral tradicional de la honradez es: "No digas una mentira". Ante un atracador, o el KGB, o una situación social incómoda, esta regla contradice lo que parece beneficioso. ¿Debemos admitir ante un atracador confundido cuánto dinero tenemos? ¿Debemos admitir ante la policía secreta que nos oponemos al gobierno? ¿Debemos responder a la pregunta sincera de un amigo con una verdad hiriente pero significativa? En cada uno de estos casos parece conveniente mentir, pero la rígida norma moral nos condena por hacerlo.

El principio Objetivista de honestidad, por el contrario, es el reconocimiento de que evadir o tergiversar la verdad no es un medio eficaz de obtener valores de los demás, y que uno se beneficia de captar la verdad y estar abierto a los hechos. En cuanto a decir mentiras, implica que no se puede esperar obtener valores de los demás mediante el engaño. Aplíquese esto al caso del atracador: ¿esperamos obtener algo de él? ¿Y frente a la KGB? La policía secreta no ofrece ningún valor. Si uno no busca obtener valores de la interacción, entonces la honradez no ofrece ninguna orientación general. En estos dos casos, una mentira oportuna puede ayudar a evitar un robo, por un lado, o a prevenir una visita no deseada al gulag, por otro. Consideremos ahora el caso de mentir a un amigo para evitar decirle algo incómodo; aquí, el principio nos recuerda que el engaño no va a aumentar el valor de nuestra amistad. Lo que uno realmente necesita en esta situación son principios de cortesía y sensibilidad, para poder decir la verdad de manera afirmativa y solidaria.

Los principios nos dan una visión práctica de los hechos fundamentales en una situación determinada. Por supuesto, los principios son más difíciles de aplicar. Como representan conocimientos, tenemos que pensar para aplicar nuestros principios a las circunstancias. Esto es tan cierto de los principios de ingeniería o química como de los principios morales. Pero bien aplicados, nos permiten actuar con pleno conocimiento de causa. Cuando actuamos por principios, con integridad, no lo hacemos en función de los incentivos del momento, sino de nuestra plena comprensión de la conveniencia a largo plazo. Reconocer esto aumenta nuestra sensación de tener el control de nuestras vidas y de ser capaces de alcanzar nuestros objetivos, lo que aumenta nuestra autoestima. Cuando nos acostumbramos a actuar según principios sólidos, incorporamos a nuestro carácter la orientación moral hacia la felicidad. Así, pensando en principios y actuando coherentemente conforme a ellos, uno se convierte en una persona de principios.

SOBRE EL AUTOR:

William Thomas

William R Thomas escribe y enseña las ideas objetivistas. Es editor de The Literary Art of Ayn Rand y de Ethics at Work, ambos publicados por The Atlas Society. También es economista y enseña ocasionalmente en diversas universidades.

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About the author:
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Objetivismo
Epistemología