En el primer Día de la Tierra, el 22 de abril de 1970, mi clase del instituto viajó al Mall de D.C. para celebrar la ocasión. Yo no fui. En su lugar, me quedé en casa para ver el regreso a la Tierra de la nave espacial Apolo 13. Mis compañeros y yo teníamos valores diferentes. Y en los años transcurridos desde entonces, he visto cómo algunos de los valores sub-rosados del Día de la Tierra se han extendido hasta contaminar nuestra cultura.
Para acabar con lo obvio, es válido preocuparse por los efectos adversos mensurables sobre la salud humana de las aguas residuales sin depurar, o de los residuos tóxicos vertidos en los ríos, o de los humos venenosos de las fábricas bombeados hasta asfixiar los pulmones. Pero esa preocupación ha hecho metástasis en una hipocondría cultural, un miedo a que todo lo creado por los humanos sea peligroso y, lo que es peor, que sea peligroso para una abstracción llamada "medio ambiente" y no para los humanos. ¿Qué ha ocurrido?
Durante cuatro décadas y media, el Día de la Tierra ha difundido una forma de adoctrinamiento blando. Cada año, los escolares recortan arbolitos y hojas de papel, visitan plantas de reciclaje, ven Earth in the Balance de Al Gore y, en general, los profesores les preguntan: "¿Qué haces tú para ayudar al medio ambiente?". Los periodistas locales visitan las casetas de Greenpeace del Día de la Tierra en el parque del pueblo y entrevistan a políticos o empresarios locales sobre cómo conservan el planeta.
¿Qué falta en esta foto? Los seres humanos. Ciertamente, los mensajes son contradictorios. Ciertamente se habla de que nuestros hijos vivirán más sanos si no se exponen a agentes cancerígenos y cosas por el estilo. Pero el sutil cambio fomentado por este ritual anual de abril es que el mundo material pasa de tener valor para los humanos a tener valor en sí mismo.
Los bosques tienen valor para los seres humanos porque podemos utilizar sus árboles como madera para nuestras casas -bueno para nuestro bienestar material- o pasear por ellos para disfrutar de su belleza -bueno para nuestro bienestar espiritual-. Pero no tienen valor en sí mismos. Sin embargo, el Día de la Tierra ha condicionado a dos generaciones a antropomorfizar los bosques, los ríos, los océanos y "el medio ambiente" como entidades con derechos aparte de nosotros, los valoradores conscientes. Y estas dos generaciones son ahora susceptibles a los llamamientos de los extremistas medioambientales que argumentan, en esencia, que los humanos son intrusos en el planeta. Así, vemos argumentos a favor de políticas públicas que perjudicarían de forma demostrable a los humanos, especialmente a los de los países menos desarrollados.
Peor aún, la irreflexiva consideración del medio ambiente ciega a muchos ante los verdaderos retos futuros y sus únicas soluciones. A medida que los países más pobres desarrollen niveles de vida más elevados, no podrán consumir recursos al ritmo que lo hacían los países occidentales cuando se industrializaban. Será esencial disponer de nuevas tecnologías que permitan utilizar los recursos de forma más eficiente y, por tanto, menos contaminante. La tecnología es lo que creó las ciudades, los rascacielos, las fábricas, los trenes, los aviones, los coches, los cohetes y la mayoría de las cosas que los ecologistas radicales quieren restringir. Las tecnologías son logros de la mente humana que, a su vez, nos capacitan para lograr más en nuestras vidas y en el mundo.
Esta visión del futuro ya chirría a quienes han sido envenenados por el sutil mensaje extremista del Día de la Tierra. Pero los logros de las últimas décadas en tecnología de la información y los incipientes avances en nanotecnología, biotecnología e inteligencia artificial están haciendo que muchos jóvenes, sobre todo, se desprendan de la destructiva ideología del Día de la Tierra. Estas personas comprenden no sólo que la tecnología nos ayudará a afrontar los verdaderos retos del bienestar humano. También aprecian que el bienestar humano es la norma de valor.
Esperemos que en el futuro el Día de la Tierra sea sustituido por el Día del Logro Humano!
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En Twitter siga a Edward Hudgins @DrEdwardHudgins.
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Edward Hudgins es director de investigación del Heartland Institute y ex director de promoción y académico de The Atlas Society.
Edward Hudgins, former Director of Advocacy and Senior Scholar at The Atlas Society, is now President of the Human Achievement Alliance and can be reached at ehudgins@humanachievementalliance.org.