Pregunta: Mi primera pregunta: ¿hay un papel para los sentimientos en Objetivismo y un reconocimiento de que algunos sentimientos son, objetivamente, el resultado de genes que determinan neurotransmisores y receptores en el cerebro?
Mi segunda pregunta es: ¿cree que alguien con un trastorno mental grave podría practicar la objetividad como filosofía? En caso afirmativo, ¿cómo podrían superar sus evidentes interferencias fisiológicas?
Respuesta: Somos seres integrados de mente y cuerpo. En pocas palabras, esto significa que las funciones mentales de una persona son producto de un órgano (que resulta ser, esencialmente, el cerebro).
El objetivismo sostiene que las emociones normalmente reflejan juicios de valor conscientes o subconscientes. Y puesto que los juicios subconscientes son el producto de conclusiones pasadas o valoraciones habituales, nuestras emociones generalmente derivan de juicios de valor conscientes, pasados o presentes. De ahí que el Objetivismo sostenga que la mayoría de los problemas emocionales probablemente se aborden mejor como problemas de hábitos de pensamiento y acción.
Como las emociones reflejan juicios subconscientes, no pueden tomarse como conclusiones objetivas y lógicas. Este es el significado de la sentencia de Ayn Rand de que las emociones no son "herramientas de cognición". No se piensa con las emociones. Tus emociones son producto de lo que estás o has estado pensando. Este es el origen del énfasis de la ficción de Rand en no dejarse guiar o controlar por las emociones. Y, de hecho, el emocionalismo (sustituir la razón por la emoción) suele ser un vicio.
¿Hay un papel para los sentimientos en el Objetivismo? Absolutamente: las emociones son estimaciones instantáneas (aunque no objetivas) del valor-significado de algo. Cuando no tienes tiempo para razonar qué hacer, tus juicios subconscientes son esenciales para tomar decisiones adecuadas. Esto es necesario, por ejemplo, para una interacción social adecuada. Normalmente, no tienes que razonar si vas a dar la mano a alguien que visita tu casa. Las emociones son una forma de experimentar nuestras suposiciones sobre la sociedad y el mundo.
Las emociones proporcionan motivación psicológica para vivir o mejorar la vida.
Y como las emociones son la experiencia afectiva del valor, proporcionan motivación psicológica para vivir o para mejorar la vida. De ahí la afirmación de Ayn Rand de que la felicidad es el propósito moral de la vida. (Si realmente quieres profundizar en este tema, te recomiendo nuestra monografía de Estudios Objetivistas ¿La virtud es sólo un medio para la felicidad?, que aborda la función de las emociones más a fondo y tiene un animado debate sobre la teoría de la emoción de Rand).
Ahora bien, como las funciones mentales tienen una base orgánica, las capacidades mentales también se ven afectadas por la herencia genética. Y, como cualquier órgano, el cerebro se desarrolla de forma algo diferente en cada persona, y puede desarrollarse mal o funcionar mal. Al igual que las aptitudes mentales varían de una persona a otra, parece que algunas capacidades emocionales y estados de ánimo básicos también varían. (Estas propiedades de la mente pueden ser susceptibles de terapia de un tipo u otro, incluido el tratamiento neuroquímico. Pero dentro de un margen, todas las personas comparten el mismo tipo de mecanismo emocional básico (como se ha descrito anteriormente), del mismo modo que participan de la conciencia conceptual independientemente de su inteligencia. Por lo tanto, aunque algunos de nuestros sentimientos emocionales de fondo sean susceptibles de terapia, soy muy escéptico en cuanto a la posibilidad de que una terapia química pueda cambiar la experiencia emocional de grano fino (por ejemplo, convertir la ira en alegría) sin causar un daño profundo a las funciones cerebrales que subyacen tanto a las emociones como a la razón.
En cuanto a tu pregunta final, me imagino que nadie podría utilizar el Objetivismo más que alguien con un trastorno mental. Para nadie sería más útil una ética centrada en la racionalidad y en lograr una vida feliz. Sin duda, para las personas con ciertos trastornos es un reto enorme y constante ejercer el buen juicio, y es algo a lo que tienen que dedicar una gran atención consciente. Por ejemplo, supongo que un depresivo necesita simplemente adquirir el hábito de mantenerse en movimiento y valorando, a pesar de lo que le diga su estado de ánimo. Alguien que alucina necesita desarrollar un sentido claro de la diferencia entre experiencias reales y alucinaciones, y necesita luchar contra la verosimilitud (y quizá la inmediatez emocional) de las alucinaciones.
Pero, por supuesto, una persona con un trastorno emocional no debe sentir culpa ni remordimientos por tener emociones discordantes o irracionales. De hecho, ninguna persona debería sentirse culpable de sus emociones ni alejada de ellas. Debemos reconocerlas y aceptarlas, aunque no concuerden con nuestro juicio racional. Y debemos intentar armonizar nuestros juicios y nuestras emociones en la medida de lo posible. Al leer El manantial te darás cuenta de que ésta es una descripción de lo que Dominique Francon intenta hacer a lo largo de la novela, de un modo un tanto perverso y autodestructivo (Dominique piensa que el mundo social es infernal, dedicado a la destrucción de todo lo que es noble, por lo que se niega a arriesgarse a intentar ser feliz o productiva en la sociedad).