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Marguerite - crítica de la película

Marguerite - crítica de la película

5 minutos
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4 de abril de 2016

A veces puedes decir una mentirijilla piadosa porque no quieres herir los sentimientos de nadie. Pero las mentiras suelen acabar en tragedia.

Este es el tema de la película francesa Marguerite, ahora en los cines estadounidenses. Marguerite ofrece una historia a veces divertida, pero en última instancia dolorosa, de una aspirante a cantante que está tan protegida de su propia falta de talento que el final sólo puede ser trágico.

Crítica de la película Marguerite



CANTANTE SIN TALENTO

La película, basada en una historia real, comienza en la Francia de 1920, donde se celebra un recital benéfico privado en el castillo de la rica baronesa Marguerite Dumont (Catherine Frot, que interpreta a un personaje cuyo nombre parece tomado prestado de la desventurada protagonista de Groucho Marx). Como patrona de la sociedad local Amadeus, se ha puesto a sí misma en el programa para cantar y recaudar fondos. Hace una chapuza con el aria "La reina de la noche" de La flauta mágica de Mozart. No sabe lo mal que lo hace; en realidad, no se oye a sí misma.

Suponemos que su público ya se ha visto expuesto a semejantes farsas, pero ella es la mecenas y es por una buena causa. La aplauden obedientemente. Su marido, un promotor inmobiliario con problemas económicos, se asegura de tener problemas con el coche como excusa para no llegar hasta que termina el terrible chirrido.

Lucien Beaumont (Sylvain Dieuaide), crítico de prensa, y su amigo artista Kyrill Von Priest (Aubert Fenoy) se han colado en la fiesta a la que sólo se puede asistir con invitación y han sido testigos de la farsa. Pero escribir una mala crítica parece demasiado fácil. Así que, a instancias de Kyrill, Lucien decide alabarla hasta el cielo. Es una nueva gran voz.

La ópera es el amor de Marguerite, su vida. Tiene mil partituras. Hace que su fiel mayordomo y pianista Madelbos (Denis Mpunga) la fotografíe con trajes y accesorios que ha recogido de sus obras favoritas. Él sabe que ella no sabe cantar, pero se dedica a protegerla del ridículo.

NIHILISMO DESTRUCTOR DE VALORES

Cuando Marguerite lee la crítica de Lucien, se emociona y va a visitarles a él y a Kyrill con la idea de dar a conocer su canto. Lucien tiene dudas sobre los ánimos que le ha dado, pero Kyrill la invita a actuar en una reunión que organiza en un pequeño club. ¿Por qué haría algo así?

Kyrill ha reunido a un público de hombres de negocios, trabajadores, soldados y una muestra representativa de la sociedad. Sale al escenario para denunciar en voz alta a todos los grupos allí representados. Mientras algunos abuchean y comienzan a marcharse, hace salir a Marguerite vestida con una bata blanca sobre la que proyecta una película de la carnicería de la Primera Guerra Mundial, mientras ella interpreta una horrible versión de la "Marsellesa", el himno nacional francés.

Quienes conozcan la novela de Ayn Rand El manantial verán la similitud entre el nihilista Kyrill, que quiere destruir todos los valores, y el personaje de esa novela, Ellsworth Toohey. Este último villano, que al igual que Lucien escribe una columna en un periódico, quiere derribar lo grande y lo bello, y lo hace alabando lo mediocre y lo feo.

Pero Marguerite no lo ve. Y Lucien, sintiéndose culpable, no se atreve a decirle la verdad. Piensa que el problema era el público y decide reservar un teatro de ópera y dar un recital para los sofisticados de París.

¿NADIE DIRÁ LA VERDAD?

Aunque su marido apenas le es fiel ni le presta atención, siente suficiente amor por ella como para temer la idea de que haga el ridículo ante el mundo. Pero le resulta difícil decirle la verdad. Espera que un profesor de canto al que convence para que la ayude a preparar su recital le diga lo mal que suena. Sin embargo, en parte porque Madelbos ha chantajeado al profesor para que acepte el trabajo, éste tampoco le dirá la verdad.

¿Qué ocurrirá cuando actúe ante un público imparcial? ¿Puede algo mostrarle la verdad?

MARGUERITE SE ENFRENTA A LA REALIDAD

Marguerite es excéntrica, pero es esencialmente inocente de un gran autoengaño porque realmente no puede oír lo mal que suena. Su amor por la ópera y el canto es admirable, y es una generosa benefactora. Y aunque algunos de los que la protegen de la verdad tienen motivos viles, su marido, Madelbos, y, al final, Lucien, se preocupan por ella. Se debaten a cada paso entre destruir ellos mismos sus aspiraciones o dejar que sus aspiraciones y su sentido de la autoestima sean destruidos por la risa burlona y el ridículo de una multitud objetiva. Son moralmente débiles.

Esta película muestra que puede ser terriblemente doloroso ser sincero con los seres queridos, igual que puede ser doloroso ser sincero con uno mismo. Pero negarse a afrontar la realidad no cambiará los hechos. Del mismo modo que negarse a reconocer una dolencia física puede retrasar el tratamiento y conducir a la muerte del cuerpo, negarse a reconocer los hechos sobre uno mismo o sobre los demás, incluidas las limitaciones, puede conducir a la muerte del alma.

Si aprecia que ser sincero puede ser duro, encontrará en la película Marguerite una forma de fortificar su propia alma que le hará reflexionar.

Edward Hudgins
About the author:
Edward Hudgins

Edward Hudgins, former Director of Advocacy and Senior Scholar at The Atlas Society, is now President of the Human Achievement Alliance and can be reached at ehudgins@humanachievementalliance.org.

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