18 de marzo de 2005 -- La semana pasada, Mukhtar Mai, una mujer paquistaní, expresó su preocupación por el hecho de que un tribunal ordenara la puesta en libertad de los cuatro hombres que la violaron en grupo hace casi tres años. La violación había sido ordenada por el consejo de su pueblo como venganza contra su hermano, que supuestamente había mantenido relaciones sexuales consentidas con una mujer de una familia prominente, acusación que él negó. Ante la indignación internacional, el presidente de Pakistán, Pervez Musharraf, ordenó su detención, pero ahora quedan en libertad.
Esta atrocidad se hace eco de muchas otras de las que hemos tenido noticia en los últimos años.
En 1999 fue violada en Pakistán una joven de 16 años con retraso mental. Se denunció el delito y se capturó al culpable. Pero el consejo tribal local ordenó matar a la chica delante de su asamblea; la violación había deshonrado a su tribu.
En julio de 2001, en la India, una joven pareja, él de 19 años y ella de 18, fue ahorcada públicamente mientras cientos de aldeanos la contemplaban no con horror, sino con vítores de aprobación. El delito de la pareja: estaban enamorados pero pertenecían a castas diferentes.
Estos delitos legalizados no sólo se dan entre personas sin educación. En abril de 1999, una mujer paquistaní de 28 años que solicitaba el divorcio, al que se oponía su familia, de su marido maltratador, fue invitada por su madre, médico de profesión, a acudir al despacho de un destacado abogado para discutir el asunto. Cuando llegó, fue asesinada a tiros por orden de su madre.
Estos horrores nos recuerdan varias verdades importantes: Muchas culturas y códigos morales del mundo actual son salvajes e inhumanos. Dado que este salvajismo forma parte de una cultura, normalmente con fundamentos religiosos -en estos casos, musulmanes e hindúes-, está profundamente arraigado en los corazones y las mentes. Este salvajismo no sólo se manifiesta en los atentados terroristas a gran escala contra el World Trade Center o los terroristas suicidas en Irak e Israel, sino también en asesinatos individuales.
Una joven pareja india de 19 y 18 años fue ahorcada públicamente porque estaban enamorados pero eran de castas diferentes.
Los ejemplos extremos anteriores, que se refieren a los malos tratos a las mujeres, tienen su origen en culturas y actitudes que tienen otras manifestaciones antiindividualistas, y el peligro es que los inmigrantes de esas culturas a países más civilizados traigan consigo esas actitudes. En Holanda, por ejemplo, que cuenta con una gran población musulmana inmigrante, el cineasta Theo Van Gogh fue asesinado por un militante islamista como reacción a su película "Sumisión", que documentaba los abusos de los musulmanes contra las mujeres. Incluía escenas en las que se escribían pasajes del Corán en los cuerpos de mujeres desnudas, y se golpeaba a mujeres mientras alguien leía escrituras que parecen justificar la opresión de la mujer.
Algunos podrían señalar, con razón, que la mayoría de los musulmanes u otros inmigrantes en Estados Unidos u otros países occidentales no son yihadistas. Pero el mundo está hoy mucho más interconectado que en siglos pasados. Los inmigrantes pueden seguir sumergiéndose en sus culturas nativas, para bien o para mal, a través de las emisiones por satélite, el correo electrónico e Internet. Así pues, en Occidente y especialmente en Estados Unidos, el país creado por los inmigrantes, es imperativo debatir abiertamente y sin preocuparse por la corrección política o las sensibilidades irracionales que oscurecen la verdad, los fundamentos morales y culturales de una sociedad libre.
En Holanda, Ayaan Hirsi Ali, nacida musulmana en Somalia, lo ha hecho con una cruzada contra los abusos a las mujeres en su cultura y fue elegida diputada al Parlamento holandés. Tuvo que esconderse brevemente por amenazas de muerte tras el asesinato de Van Gogh, pero sigue luchando valientemente por los principios civilizados.
En Estados Unidos este debate no ha progresado como debería si queremos reforzar los valores que sustentan la libertad. Dado que casi todos los estadounidenses tienen un pasado inmigrante, debemos entender que los inmigrantes son nuestra fuerza, pero sólo si, conservando las partes buenas de sus propias culturas, adoptan las de libertad individual, responsabilidad personal y respeto a los demás que hicieron de Estados Unidos el mejor país del mundo.
Edward Hudgins es director de investigación del Heartland Institute y ex director de promoción y académico de The Atlas Society.
Edward Hudgins, former Director of Advocacy and Senior Scholar at The Atlas Society, is now President of the Human Achievement Alliance and can be reached at ehudgins@humanachievementalliance.org.