El dinero es divertido, dice el viejo refrán, tanto por los rompecabezas cognitivos que genera como por los extremos motivacionales del comportamiento humano que provoca. El teórico antiliberal Karl Marx atribuyó estas palabras al político liberal William Gladstone: "Ni siquiera el amor ha convertido en tontos a más hombres que la meditación sobre la naturaleza del dinero".
En Ontología y función del dinero: Los fundamentos filosóficos de las instituciones monetariasel Dr. Leonidas Zelmanovitz tiene planes ambiciosos. Parece haber leído todo lo importante relacionado con el dinero escrito por filósofos, economistas, historiadores y sociólogos. Para dar una idea de la gama de preocupaciones clásicas y contemporáneas de Zelmanovitz, está muy comprometido con los argumentos de S. Herbert Frankel, Nicolas Oresme, Georg Simmel, Ludwig von Mises, Friedrich Hayek, Vera Smith y, más recientemente, los de Leland Yeager, David Glasner, Tyler Cowen, Lawrence White, George Selgin y Randall Krozner. Y aporta a los temas una experiencia cosmopolita: Zelmanovitz es un empresario brasileño con un doctorado en una universidad de España que ahora trabaja en el Liberty Fund de Indianápolis. Especialmente relevantes son sus experiencias directas de haber vivido los desastres monetarios de Brasil en las décadas de 1980 y 1990, así como la crisis financiera estadounidense de finales de 2007 a 2009.
El resultado es un volumen sustancial, profundamente meditativo y todo lo contrario de insensato. He aprendido mucho de él y lo recomiendo a quienes busquen una visión general de las principales cuestiones relacionadas con el dinero -filosóficas, comerciales, económicas y políticas-, así como a quienes busquen un análisis distintivo y bien integrado y un conjunto de recomendaciones políticas para desarrollar un dinero sano.
Desde el punto de vista filosófico, Zelmanovitz es ampliamente aristotélico. En economía, me parece un híbrido de posiciones neoclásicas y austriacas. En gobernanza, es madisoniano. Y en sociología política, Zelmanovitz se ha tomado muy a pecho las advertencias de los teóricos de la elección pública. Todos estos elementos influyen en las principales cuestiones que aborda:
La historia básica del dinero es su papel fundamental a la hora de facilitar la división del trabajo. Los individuos pueden aspirar a la autosuficiencia, pero la especialidad productiva y el comercio aumentan el bienestar de cada parte. Las limitaciones del trueque se superan con la introducción de una unidad de intercambio intermediaria. La aceptación universal del dinero y su portabilidad reducen los costes de transacción. Su característica de unidad de cuenta uniforme permite estimaciones de valor más precisas. Y el potencial de almacenamiento del dinero fomenta una mayor productividad que los productos perecederos y da a los individuos un control a más largo plazo sobre sus circunstancias económicas.
El punto básico de Zelmanovitz es su insistencia en que, por muy amplia y sutil que sea la división del trabajo, y por muy abstractos y sofisticados que sean los instrumentos financieros ideados para apoyarla, los responsables políticos del dinero nunca deben perder de vista su función de facilitar la auténtica productividad económica. Su principal afirmación sobre el buen funcionamiento del dinero en todas sus formas es, por tanto, filosófica: debe basarse ontológicamente, es decir, en las realidades económicas, que siempre debemos ser capaces de comprender y demostrar la función legítima de cualquier instrumento monetario, y que el compromiso de mantener esa base es una responsabilidad moral. Así pues, una filosofía del dinero verdadera y sana conectará los conocimientos ontológicos y epistemológicos con los valores éticos y políticos.
Todo lo que se dice en el libro sobre la verdad y la salud es refrescante para nuestra sensibilidad hastiada y cínica, actualmente inmersa en sistemas monetarios politizados y semifuncionales. La "realidad" de cualquier tipo de dinero con respecto a las realidades económicas subyacentes es a menudo tenue o inexistente, y los intereses políticos y financieros atrincherados pueden utilizar y abusar del sistema para sus propios fines, a menudo ilegítimos. Por ello, un llamamiento intelectual y activista a las armas resulta estimulante, aun siendo conscientes de que la reforma del sistema requerirá los esfuerzos concertados de los versados en los tecnicismos filosóficos y financieros y de aquellos con habilidades tácticas y estratégicas desde el punto de vista político.
También debemos considerar de dónde vendrán las objeciones a la tesis del autor. Dos de las principales serán reacciones negativas a su filosofía: que es errónea o que es irrelevante.
El marco filosófico de Zelmanovitz es profundamente realista, ya que asume que existen necesidades y capacidades humanas reales a las que la actividad económica sirve y de las que se nutre, y que nuestras facultades cognitivas son capaces de captar realidades complejas y expresarlas en teorías objetivas. El reto es que el dinero es una realidad social que se construye de formas complejas. Y en nuestra era intelectual posmoderna debemos lidiar con teorías de construcción social que nos llevan a un territorio profundamente escéptico.
Las teorías escépticas sobre las realidades sociales hacen hincapié en la subjetividad del conocimiento y el valor, y sostienen que las opiniones sobre la realidad son siempre producto de la interpretación de alguien a partir de información parcial o incorrecta, a menudo con una dosis de ilusiones y siempre con prejuicios de fondo. Las teorías sólidamente construccionistas niegan cualquier posibilidad de fundamento objetivo, sustituyéndolo por la opinión de que nuestros sistemas sociales, incluidos los monetarios, son creaciones colectivamente subjetivas. "Realidad", "verdad", "hecho" y "bien" deben aparecer siempre entre comillas irónicas, como nos dicen los posmodernos. Sólo existen narrativas, y las grandes metanarrativas sobre el dinero, como la que ofrece Zelmanovitz, deberían ponerse filosóficamente entre paréntesis y dejarse de lado.
Por lo tanto, nos encontramos ante el debate sobre la construcción social de la realidad, como querrían los posmodernos antirrealistas, y la construcción de la realidad social, como querrían el realista-objetivista Zelmanovitz y sus aliados. El proyecto filosófico de Zelmanovitz sobre el dinero forma parte de una división general del trabajo y debe integrarse en una epistemología filosóficamente realista.
La acusación de irrelevancia vendrá de los teóricos del dinero pragmáticamente a-filosóficos. El dinero es funcional, sí, y sirve a funciones reales, pero ¿a quién? Zelmanovitz centra nuestra atención regularmente en los "empresarios políticos" que adquieren poder y riqueza jugando eficazmente con el sistema político en lugar de a cambio de crear valor genuino en el mercado. Zelmanovitz cree o espera que una comprensión filosófica adecuada del dinero pueda protegernos contra los empresarios políticos.
Pero, se criticará, la historia financiera demuestra que su filosofía idealizadora es irrelevante, ya que los políticos y los financieros conectados siempre juegan con el sistema de forma eficaz. Son como el tipo que sigue refinanciando las deudas de sus tarjetas de crédito y encontrando nuevos acreedores a los que engatusar con promesas de beneficios futuros, y si le das a ese tipo el poder de crear sus propias tarjetas de crédito el juego nunca acabará para él y algunos otros pardillos siempre acabarán atrapados. Los políticos han aprendido a empaquetar y reempaquetar los instrumentos financieros, con la ayuda de un sector financiero complaciente e incentivado (la captura reguladora funciona en ambos sentidos), basándose en garantías futuras que a su vez se basan en el poder político y en promesas políticas que hacen rodar el tronco.
Las inflaciones lentas, los recortes indefinidos, los intercambios por favores políticos y otros dispositivos pueden retrasar o aplazar indefinidamente el ajuste de cuentas. O si no indefinidamente, cuando se produzca la quiebra monetaria, alguien, muy lejos en el tiempo o en el espacio, se quedará con la bolsa vacía. Y la historia nos enseña que el mismo juego puede volver a empezar, y siempre lo hace. Así que las historias tipo Zelmanovitz sobre los orígenes del dinero son irrelevantes y las idealizaciones normativas sobre el mejor dinero carecen de sentido -incluso si son ciertas- ya que las funciones comerciales ontológicamente basadas del dinero están siempre a merced de maquinaciones políticas comprometidas.
Leonidas Zelmanovitz es muy consciente de estas críticas. De hecho, son los grandes retos que su gran libro nos pide que asumamos. En sus propias palabras "Todo el ejercicio debe entenderse como un argumento contra el actual régimen monetario y no como una forma de arreglarlo".
Stephen R.C. Hicks es catedrático de Filosofía en la Universidad de Rockford y Senior Scholar en la Atlas Society. Esta reseña se publicó por primera vez en Law and Liberty, 28 de noviembre de 2016.